jueves, 14 de noviembre de 2013

DESAMPARO



El cielo estalla, lanza sus puñales transparentes
sobre la desesperanza del hombre.
Muerde los rostros, se desliza avasallando los sembrados
y decapita las nacientes hortalizas.
Vocifera con su voz  tronante,
amenazando quedarse por un largo tiempo.

Caen sus colmillos encendidos
llagando los indefensos surcos,
la débil y desamparada semilla
fenecida por el rigor  e inclemencia del tiempo.

¿Dónde ha quedado el arcoiris  de risueño colorido,
lágrimas verticales prendidas
entre los hilos sutiles de la telaraña?
El viento solo vocifera con voz grave,
anuncia una tregua, un soplo de calma,
algo incierto desde luego,
una cornucopia inagotable como si
aun el trueno hubiera hecho del valle su  lid,  su morada.

Los pájaros aúllan colados de miedos,
mientras las  pesuñas del Siroco desgarran
los nidos, mordisquean los huevos y roban plumas
valiosas en un abrigo de invierno.
Seres deambulan los destrozados sembradíos,
regañan a sus dioses con un dolor que les
corroe los huesos
y les abniega los ojos una lluvia salobre.

El desamparo se adueña de la calma,
libera la soledad y  el hambre se desboca
con su voz ausente de pan.
Desvalido el hombre de los surcos
va recogiendo su  siembra de sudores
para alimentar con una tenue esperanza
los estómagos vacíos de su simiente.





viernes, 1 de noviembre de 2013

CUANDO AMANEZCA



 “Regresa cuando amanezca”, me dijo y suavemente me empujó fuera de su casa. Me sentí muy confundida, le había  rogado que me dejara quedar  por esa noche, pero apenas cayó el crepúsculo y se encendió el cielo de arreboles púrpura y naranja, él simplemente, me pidió que me fuera.
¿Qué le pasa a este pájaro nocturno?, me pregunté con curiosidad. Lo había conocido sólo dos semanas atrás, se veía un buen hombre muy apuesto y gentil, eso fue lo que me cautivó, salimos varias veces, conversamos de todo, bueno casi de todo, me llamó la atención que evitara la luz del sol, usaba todo el tiempo unas gafas oscuras y se refugiaba en la sombra. La mayoría de las veces fuimos al cine, y me dio la impresión que lo disfrutaba. Rara vez consumía alimentos, normalmente caminábamos cerca del  atardecer, y sólo bebía un líquido rojizo que llevaba en una botella oscura. ¿Cómo sabía que el líquido era rojizo? Pues que cuando lo bebía  en sus labios quedaban unas gotitas de ese color y él, presuroso los limpiaba con su blanco pañuelo.
En una ocasión quise probar aquello, pero me respondió que era como una medicina que debía beber y que sabía muy mal.
Me agradaba lo amable que era, me ofrecía chocolates en el cine o palomitas de maíz, pero él se excusaba de estar en un tratamiento y no podía comer cualquier producto elaborado, entonces insinué que debería ser de aquellas personas que  son vegetarianas, o naturistas y asintió que algo como eso.
La semana pasada nos besamos en el cine, fue maravilloso, un hombre ardiente  y apasionado que me hizo pensar en un buen romance. Me pidió que le llamara Al, su nombre era muy largo, algo así como Alucard y  accedí con mucho amor.
Nos despedíamos cerca de mi departamento, sin embargo siempre tenía una excusa para no entrar, obviamente era una persona muy ocupada y no insistí. Nuestra relación era muy reciente y no quise ser aprovechada, aunque lo deseaba con pasión. Me cohibía su manera de tratarme con demasiado respeto, casi no me abrazaba, sólo cuando me besó, pude entrever su temperamento  ardiente, pero pronto se controló. Yo estaba fascinada con él. Una tarde le hablé de mis amigas y parientes, me pidió que no les hablara de él, por el momento, que sería un secreto entre los dos hasta que fuera más formal. Esa idea me subyugó, amaba todo lo envuelto en misterio, un secreto, era algo fascinante. Y  estuve de acuerdo.
No le gustaba sacarse fotos, nunca admitió tomarnos una juntos. Cierta tarde por primera vez me invitó a su casa. Yo estaba muy emocionada, eso podría ser un buen indicio para que  consumáramos nuestra unión. Había estado fantaseando por varias noches cómo sería hacer el amor con él, poder tocar su cuerpo tan varonil,  besarle con pasión y entregarme a él en cuerpo y alma. Incluso pensaba después de eso podría  invitarme a vivir  en su casa. Tengo  veinticinco años y todas mis amigas dicen que me quedaré para vestir santos, cosa que me disgustaba mucho. Entonces ahora,  la situación es distinta, ya tengo un amor y  se notaba que él también me amaba, claro a  su modo, un poco introvertido y muy controlado en sus  efusiones. Al, cada tarde me esperaba a la salida de la tienda, caminábamos por la alameda parsimoniosamente, dejando que  las horas cayeran sin inmutarnos hasta que él comenzaba a mirar el reloj y repentinamente quería regresar.  La  segunda vez que me llevó a su casa, fue por un breve tiempo, enseguida me invitó a salir por  cigarrillos y  de allí me  fue a dejar a mi departamento.  Me defraudó, yo esperaba otra cosa. Debo tener calma me dije, no tengo que ser tan impaciente, a los hombres les gusta ser ellos los que den los primeros pasos.
Yo pensaba que uno de estos días él me invitaría a quedarme en su hogar, tal vez como su pareja, en fin, soñaba con esa idea, tengo una pasión secreta que cada día me quema el pecho, sin embargo, no me atrevo a pedírselo, es una mezcla de  temor y vergüenza. ¿Cómo le puedo confesar algo si él es tan diferente a todos los hombres que conozco? Por un lado me cohíbe, no me da confianza, y aunque  llevamos sólo dos semanas  como novios, hay cosas que  me sorprenden, como ese día en el cine cuando me besó sentí que algo me pinchó el labio y cuando llegué a casa tenía una pequeña herida. Se lo dije al otro día y pareció muy preocupado, y me pidió disculpas que al final me sentí confundida.
Ayer  fuimos a su casa y  mientras me quedé en la sala por un momento, como soy un poco curiosa, estuve recorriendo las piezas adyacentes y  en una que parecía su escritorio todo estaba muy oscuro con gruesos cortinajes, entonces prendí la luz y me pareció que el mobiliario y  el aspecto de ese cuarto eran de otro siglo, muy antiguo, pensé.  Cuando sentí sus pasos apagué la luz y cerré la puerta, pronto me apuré en sentarme en el sofá. Me miró con atención y me preguntó por qué estaba como agitada. Ah, le contesté, no es nada, estaba pensado que debo ir de compras. Te acompaño, dijo, y salimos de su casa.
Cuando me dejó en la noche cerca de  la puerta de mi departamento me dio varios besos muy apasionados, en un instante en que abrí los ojos vi sus colmillos muy puntiagudos y eso me espantó, se lo dije y me mostró después sus dientes que parecían normales. Creo que el amor me está volviendo loca y tengo alucinaciones, qué vergüenza. Se rió mucho y me preguntó si creía que era algo así como un chupa sangre. Tuve que  sonreír  y disculparme. Bueno, me  contestó, como eres muy curiosa, mañana te invitaré a paladear un desayuno de películas en mi hogar, jaja, tú serás mi hermosa invitada, ya verás que tendré una interesante sorpresa para ti, pues soy un experto en preparar un plato gourmet que nunca olvidarás. Oye, me intrigas, reproché, y no acostumbro a comer mucho en el desayuno, ah, y  no es curiosidad, sino que eres mi novio y por supuesto  quiero saber más de ti, dije en un tono de queja. Jaja, rió de nuevo ya verás, mi amada, serás la reina de mi mesa.
Bueno, hasta mañana mi amor, relájate para  saborearte mejor, exclamó con una inusitada  alegría. Me abrazó y deseé con fervor que  tal vez, era un tácito  anuncio de que mañana, por fin,  haremos el amor, dando  rienda suelta así, a esta secreta pasión que nos devora...