sábado, 15 de febrero de 2014

TU LLAMADO



Tu llamado trepa los acantilados del silencio,
más allá de lo imposible, se vuelca en ansiedad.
Escalando los andamios de la conciencia,
llega a mí, sudoroso, palpitante,
y se aferra a mi piel ebrio de noche y delirio.

Tu llamado no es más que una voz
cruzando  las murallas de la distancia,
un tren atravesando  el azul de un pensamiento,
un lastimero pedido de amor
enredado en la bóveda del tiempo.

No quiero cerrar los  párpados esta noche,
el cielo dibuja nubes de  jubilosos presagios
con su pincel flamígero y brillante.
Abro la ventana, el corazón se escapa,
es una mariposa enceguecida que no teme a nada.
Sólo se guía por el repique singular de tu llamado:
amor mío, dueño absoluto de mi ternura.

Complaciente ser que no escatimas  enviar
febriles mensajes cuando estás lejos
y no te alcanza  el fervor de mis besos.
Ven a mí,  amado, sacia esta inquietud de tenerte,
envuelve con tu voz la noche desgranada
en miles de luciérnagas en celo.

Tu llamado no cesa, viene con una premura
que no reserva distancias ni obstáculos.
Cerraré los ojos para enlazarme a ti esta noche,
y mañana,
mañana sé te  veré llegar presuroso
con la mirada llena de besos, de cariño,
el corazón desbordado de palabras de amor
y caigas rendido
en un solo, largo e interminable abrazo.

sábado, 1 de febrero de 2014

UNA NOCHE DE TORMENTA


La lluvia lanzó su líquido lamento sobre el techo de zinc de las casas. No había nada qué hacer, a pesar de la tediosa espera. Poco se podía mirar a través de esos  cristales ensopados de llanto. Un misterioso lagrimeo se dejó caer suave al principio y luego apareció el viento, desesperado,  siroco marino empujado por  las  enfurecidas olas.  La lluvia se arremolinaba sobre las  empobrecidas viviendas haciendo  rechinar los tejados y golpeando con tacones nuevos los huesos de las estructuras.
La puerta permanecía bien cerrada con una barra que la atravesaba por la mitad, Miguel sabía que debía tomar precauciones en  noches como éstas. Todos los pescadores lo sabían, por eso  al bajar la pestaña el gran astro, cerraban herméticamente sus puertas y ventanas. Sobre todo en donde había algún joven casadero.
En el pasado varios de los jóvenes pescadores habían desaparecido misteriosamente cuando paseaban frente a las olas embravecidas como desafiando cualquier  encuentro con lo desconocido. Muchos decían que no era un misterio que los más jóvenes se perdían en los pueblos aledaños, tal vez enamorados de alguna moza, pero ¿por qué no volvían?, ¿por qué cuando se los buscaba nunca fueron encontrados? Entonces comenzó a correr el rumor de que  alguna sirena, en esas  noches  de lluvia y  tormenta, emergía a la superficie  con un canto tan conmovedor que embrujaba  a los  jóvenes y se los llevaba a sus profundidades, bueno, eso se decía, pero nadie  había vuelto o visto algo parecido. Según la  leyenda, debía ser un joven, solo, vagando cerca de la playa. Muchos adultos se  persignaban cuando subían a sus  botes y cuando  se bajaban, como una rutina que no debían olvidar y obligaban a los menores ha imitarlos.
¿Quién  alguna vez escuchó el  canto de las sirenas? Todos opinaban que  cuando ellas salían a cazar hombres  jóvenes solo uno las escuchaba, el elegido, nada más. Como  los padres y madres protegían a sus  hijos, hacia un tiempo que nadie  había desaparecido.  Sin embargo esa noche, algo raro olía en el aire, algo siniestro, las mujeres  primero lo advirtieron y luego los maridos. A las siete de la tarde con un clima amenazante, las familias entraron a sus viviendas,  cerrando firmemente todo y encendieron  las velas y chonchones para iluminar las estancias.
Miguel de veintiocho  años vivía solo desde que sus padres fallecieron, primero fue  el progenitor que se perdió en el mar en medio de la pesca y luego la madre aquejada de  una dolencia. Miguel, sabía de esta historia, pero no le temía. Prendió la cocinilla y se preparó una taza de café, mientras escuchaba las noticias en su radio de pilas. Temprano había estado conversando con su novia, Maritza, afinando la fecha de la boda para fin de años. Salió apurado de la vivienda de la muchacha  con un trozo de nylon sobre su cabeza y con paso rápido se dirigió a su casa.
 Las latas del techo comenzaron a  sonar golpeadas por la lluvia y por la furia del viento,  era una orquesta desafinada que practicaban  los elementos, por eso  prendió la radio para ahuyentar en alguna medida ese golpeteo.
De vez en cuando se asomaba a la ventana y miraba la playa tapizada de perlas que no cesaban de caer.  Cómo llora el cielo, se dijo, es la primera tormenta del otoño que se deja  venir, así mañana no habrá pesca, es imposible, pensó. Se acercó a la mesa con su taza de café y unas tostadas, luego se colocó los audífonos y comenzó a  ojear el periódico mientras escuchaba una melodía.
No se percató que algo se arrastraba junto a su  puerta emitiendo una lastimera música, Miguel permanecía  indeleble al ruido de afuera concentrado en la lectura y la  radio. Cuando se detuvo al finalizar el café y de lavar la taza, la lluvia arremetía con  fuerza descomunal, convertida en tormenta.
Miguel se fue a la cama y  continuó  escuchando la música de su radio portátil hasta que rendido se durmió. Esa noche  soñó que alguien golpeaba su puerta con insistencia, entonces  se levantaba lentamente, mientras caminaba, sus pies  se hundían en una especie de niebla que invadía todo el piso de la vivienda, pero eso no le preocupó, era aquello que lastimeramente golpeaba sin que él pudiera avanzar con la rapidez que quería. De pronto su padre se interponía en su  andar e impidiéndole que continuara hacia la puerta. El señor tenía una expresión de pánico y levantaba una pancarta con la palabra peligro. Miguel incrédulo lo  miraba, pero si tú estás muerto, no puede ser realidad… dentro de su pensamiento sabía que estaba soñando, entonces el padre le suplicaba que volviera a la cama. Miguel obedecía, siempre respetó a su padre cualquiera que fuera su decisión. Pero el sueño  lo seguía, una voz lastimera pronunciaba su nombre, tantas veces que no podía dejar de indagar quién estaba fuera de su puerta. Miguel miraba entonces, a través de los cristales empapados de la ventana y  de repente, una cara apareció al otro lado del cristal que  Miguel dio un grito de espanto, era una cara de mujer pero surcada de algas y escamas que  el joven dio un salto en la cama y despertó sobrecogido, aún tenía los audífonos en las orejas  pero la radio había cesado de comunicar. Un rayo cruzó la playa con su sonido estridente haciendo eco  los techos de las viviendas.
Miguel se serenó, miró su reloj, era las cuatro de la madrugada. ¿Qué sueño, no? pensó,  la tormenta está en su  clímax, no hay nada qué hacer, más que  seguir en la cama. Miro el cuarto alumbrando con la vela, todo estaba bien, y volvió a  sumergirse entre las frazadas.
Al otro día la tormenta había amenguado un poco, tomó desayuno y en ese momento sintió que alguien golpeaba su puerta. ¿Quién es?, preguntó. La voz de Maritza le apuró, abre, abre, Miguel. Hola, mi amor, ¿qué haces tan temprano? Pues que algo ocurrió anoche… ¿No escuchaste nada? ¿Has mirado tu puerta y la ventana? No,  dormí como un angelito, mintió. Sal, por favor… mira… Miguel incrédulo se asomó  y  tuvo que dar un salto hacia afuera,  un montón de algas y escamas se amontonaban en su puerta mientras que su ventana estaba completamente cubierta con una baba espesa y escamas plateadas. ¡Qué es esto!, exclamó. ¿Quién dejó esto en mi puerta? ¡Es una broma muy pesada! De seguro que fue tu hermano  Genaro. ¡Oye qué te pasa!,  mi hermano no se movió de la casa por la lluvia. Dicen que anoche anduvo por aquí un alma en pena, o que eran las sirenas tratando de cazar un   joven. ¿No sentiste algo? Qué yo sepa dormí como angelito, volvió a decir Miguel, pero luego recordó ese raro sueño. Bueno, sólo tuve un sueño muy extraño y  con mi padre. Ah, ¿pero no sentiste ese canto de las sirenas? No, tenía los audífonos en las orejas y  me quedé dormido con ellos. Claro, eso explica porqué no te llevaron. Calma, Maritza, no te pongas a inventar, yo no sentí nada anoche, sólo el llanto de la lluvia, sólo eso…la lluvia y la tormenta arreciaron sobre la playa y las viviendas. ¿Pero, y eso  frente a tu puerta? Ah, puede ser  alguna broma de los pescadores nada más, ya sabes como son. Mira Miguel, la próxima vez que  haya tormenta y lluvia me quedaré contigo por si acaso nomas, no quiero que me roben a mi  futuro marido. Jaja, está bien, si tus padres  te dejan…Me gusta que me cuides. Y diciendo esto, los jóvenes se fueron caminando abrazados por la caleta.