domingo, 15 de mayo de 2016

EL JUEGO


Nos adentramos en el bosque, el juego consistía en escondernos en lugares diversos, con el fin de hacer más largo el tiempo de sorprendernos. Mis tres amigos se fueron por  diferentes lados mientras yo me quedaba contando hasta 50. Cuando llegué al último número, grité para que supieran que iba en su búsqueda. Nadie contestó, algunas hojas cayeron sobre las que yacían en el suelo y  sólo se escuchó un breve quejido. 
Traté de orientarme, mirando detenidamente  hacia varias direcciones hasta que elegí un pequeño llano con bastantes arbustos alrededor. Hice mucho ruido quebrando ganchos de  ramas que se cruzaban en mi sendero, dije varias veces, ¡aquí voy, aquí voy!, pero no hubo ni una leve respuesta, una risita o un pequeño ruido, nada.
Ah, me está costando un tanto encontrarlos, sólo veo árboles, ramas, y algún pájaro que vuela asustado. ¡Ya, los veo!,  grito de nuevo, mintiendo para darme ánimo, no pensé que sería tal difícil hallarlos.  Pero la verdad es que siento como si estuviera totalmente solo en el bosque, rodeado de ojos siniestros. Tengo miedo y llamo de nuevo, digo que me iré, porque no sé dónde están, digo que  estoy cansado, que es muy aburrido jugar entre este tupido cerco verde. De pronto, veo una pelotita blanca amarrada a un  cordelito que se mueve lentamente para llamar mi atención. Siento que me vuelve el alma al cuerpo y  en mi rostro aparece una sonrisa. Exclamo con  euforia, ¡ya, ya te tengo malandrín! La pelotita se   adentra en un gran arbusto y la pierdo de vista. Caracoles, ¿qué pasa?, ¿dónde te has metido?, pregunto, ¿eres tú, Juan? Ya te pillé, sal de allí bribón, le exijo.
No sé dónde están los demás,  y menciono que el juego es muy aburrido. De repente escucho unas risitas. ¡Basta!, digo, he perdido, salgan, de lo contrario me iré a casa. Pero algo raro sucede, primero alguien me tira unas ramitas a los pies. Luego  una pequeña piedra me da en  el brazo. Ya, salgan, sé que están allí, miento.
Una pelota de colores sale de los arbustos y  la alcanzo a coger. Se las tiro riendo. Ésta vuelve a mí , cae a mis pies, la tomo y la devuelvo con fuerza.. Ya salgan, déjense de hacerse los graciosos. La esfera vuelve a mí de nuevo,  la tomo y la lanzo, en ese instante me vuelvo y más allá veo a mis tres amigos que me llaman. Me da un tremendo susto, me quedo sorprendido y corro desesperado.
 ¿Me queda la pregunta, ¿quién estaba  jugando conmigo a la pelota? Mejor no digo nada,  me uno a mis amigos, y anuncio, no me gusta este bosque, no vendré más. Mis amigos me miran y asienten. ¿Sabes?, relata José,  algo así como un animal grande nos corrió cuando estabas contando. Pero, ¿qué clase de animal?, pregunto dudoso. Parecía un oso, ¿Un oso? ¡Estás loco!, ¡aquí no existen los osos!, ¿puede ser un perro salvaje? Tal vez, indica uno de mis amigos. No me gusta este bosque, repito, y al volverme veo nuevamente  la pelota que acaban  de lanzar desde aquél arbusto.



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