martes, 16 de agosto de 2016

LA VEJEZ



Hablar de vejez es un tema que está muy vigente hoy en día, debido a la prolongación de la edad que este siglo XXI nos ha otorgado, ya sea por estar más conscientes de lo que comemos, lo que ejercitamos y que ponemos más cuidado con las enfermedades.
La edad promedio de vida humana está, entre 85 a 87, en algunos países más equilibrados el promedio sube un poco más. Esto se debe en primera instancia a que hay más avances en la medicina y a la capacidad de fomentar en toda la población, la salud como beneficio público y no privado. A parte de  eso la alimentación del individuo desde antes y después de su nacimiento conlleva a una mejor resistencia a enfermedades que antiguamente nos llevarían a una muerte segura. Como se podría comparar un edificio con buenas  bases resistirá  de mejor forma un terremoto. Claro, por supuesto que nada es infalible, hasta los aviones se caen.
Una población que se alimenta bien, se nutre con lo adecuado a su crecimiento tendrá una perspectiva larga de vida. Por lo tanto,  hoy, tenemos una gran población de adultos mayores con gobiernos que deben comenzar a preocuparse por el futuro inmediato. Hay infinidades de  proyectos esperando ser aprobados para dar una llevadera e interesante vida  al adulto mayor. El adulto mayor ahora exige más preocupación del estado por su inserción a la sociedad, ya no es dejar que el abuelo se quede mirando a través  de la ventana  y con tristeza, el futuro sentado en un sillón esperando resignado a la señora  Parca y su comitiva de enfermedades terminales. Hoy día el adulto mayor sale de casa, va a ver a sus amigos del bingo, del club,  apoya las marchas y participa en ellas hasta ayudado por su bastón. También asiste a  un sinnúmero de clases,  como de tango, aeróbic, agua danza, artesanía, dibujo, literatura, tejidos, cerámica, en fin, nos encontramos que la creación y el entusiasmo desborda de estos abuelos (as). Además que hoy exigen a las autoridades trabajos por realizar.
Entonces hablar de vejez es un tema muy interesante, los adultos mayores se niegan a admitir que están catalogados como viejos, no, ellos aún se sientes con ánimo y fuerzas para realizar tareas y actividades que los hacen sentir más jóvenes.
Tenemos escritores mayores que aun siguen enriqueciendo la literatura, de esta generación, tenemos a Doris Lessing, 94 años, Nicanor Parra 95 años, Gabriel García Márquez,  Eduardo Galeano, y muchos más que aún siguen creando tal vez no tecleando en sus antiguas máquinas de escribir, sino en sus computadores.
(Aunque, algunos de ellos ya nos han dejado).
¿Cuándo nos sentimos viejos? ¿Cuándo nos flaquean las rodillas? ¿Cuándo nos empezamos olvidar de las cosas, las palabras? Y, ¿qué importancia tiene si hasta el día anterior nos hemos dado el ánimo de sentirnos bien y dejando los achaques en la casa igual hemos ido a la reunión o al cumpleaños y hemos seguido en lo nuestro si desmedrar en nuestra actitud positiva?
La vejez es una palabra solamente, mientras un adulto mayor se sienta con fuerzas y con pensamientos positivos, la juventud seguirá visitándolo para agregar unos años más de la alegría por vivir.




lunes, 1 de agosto de 2016

CIUDAD SIN NOMBRE


La ciudad acribillada de voces
bajo la telaraña de hilos telefónicos,
estalla cada mañana con un suspiro de gaviota,
alza los brazos de la noche
y bosteza una madrugada.
Se llenan sus arterias de movimiento,
palpitantes motores, alas, muchedumbre,
abanico de palomas susurrantes,
campanadas deshojando horas.
Las fábricas ululan al viento
y los hombres caminan la soledad
de los horarios.

El muelle suspira entre grúas tenebrosas
que devoran barcos de cargas.
El otoño silba de amarillo los parques
sembrando la nostalgia en cada hoja,
con su monótona música.
La multitud llena las calles,
los escaparates se ruborizan
ante tanto ojo codicioso.
Un tren se aleja agitando su pañuelo blanco
y hace resonar sus pasos por la huella acerada.
Llega la tarde adormecida
y hunde su cabeza bajo su brazo emplumado
para despertar justo a la hora del té.
Las estaciones pasan por la ciudad
dejando huellas sobre los extremos del silencio,
un pentagrama que cuelga en los labios de la brisa.

EL crepúsculo cae con languidez de recuerdo
mientras el viento sopla los mástiles
de la esperanza
y la noche, abre sus flamígeros ojos
sobre la ciudad sin nombre...