martes, 15 de noviembre de 2016

LA ESCALERA DE PIANO



Lo presintió desde el comienzo. Por algún motivo su intuición le pedía estar atenta. La escalera con su habitual dibujo de piano no inspiraba recelo, pero esta vez en su mente sentía unos acordes, cada pisada traía un sonido, no de pasos, eso era lo intrigante, era  un acorde. Pensó que  estaba nerviosa desde que supo que  en el cerro habían asaltado a una niña, eso la inquietaba al extremo de estar imaginando los sonidos de un piano  en cada escalón. La llovizna había comenzado, muy suave casi imperceptible, sólo la sentía al tocar su abrigo. Descanso, el silencio cubrió la escalera por completo. Miró su reloj iban a ser las  siete de la tarde, no era tan tarde, pero  por lo gris del día  estaba oscureciendo más rápido. De reojo lo vio, o pareció ver una sombra al comienzo de la escala. No quiso voltear la cara pero un temblor la recorrió de la cabeza a los pies.  
No aguantó más y antes de reanudar la marcha miró hacia el pie de la escalera y se sorprendió al no ver a nadie. Oh, exclamó, pensé que alguien subía. ¿Qué extraño?, juraría que vi una sombra. Más tranquila siguió, peldaño tras peldaño sintiendo notas musicales muy vagas. De pronto, escuchó que tras ella  alguien subía, era obvio pues oía las notas musicales más distantes. Apuró el paso, pero la tensión cansó su cuerpo y  sintió que le faltaba el aire y tuvo que detenerse. Tras ella sentía  las pisadas y las notas musicales.
Tomó coraje y se volvió súbitamente para saber quién venía por la misma escalera, sin embargo comprobó nuevamente que  no había nadie subiendo. ¿Me estaré volviendo loca, qué me pasa? ¿Por qué se me ha hecho tan larga esta escalera? Otras veces la he subido muy rápido y no me he cansado, sin embargo, ahora me ha parecido interminable. Respiró profundamente y trató de serenarse, mas, en ese momento, sintió  algo como una mano deslizarse por su pierna, dio un grito al tiempo que  daba un salto. Su corazón golpeaba  su pecho por la emoción,  miró hacia abajo y lo vio, un gato negro de ojos amarillos la miraba expectante. Siguió subiendo hasta alcanzar el final de la escalera y desde allí se volteó para observar al gato, pero éste ya no estaba. Ahora,  el piano dibujado en los escalones movía sus teclas con una música desconocida para ella. La mujer con los ojos desorbitados corrió por la solitaria calle hasta llegar exhausta a su domicilio. ¿Qué te pasa hija por qué vienes tan asustada? ¡La escalera madre!, la escalera…
¿La escalera, dices?, ah, la gente murmura que de vez en cuando se escucha un piano tocar por las noches, ¿lo has oído hija?...


martes, 1 de noviembre de 2016

ALUCINADA



¿Quién me puede aconsejar si voy errante
siguiendo el sabor de tu piel, de tu voz,
de tus besos?
¿Cómo puedes alejarte, así de pronto
entre el reflejo de noche y el deambular de mis días perdidos?
Sigo el curso de tus pasos desaparecidos en la maraña
de la incertidumbre.
Voy sin tregua acechando tu aroma
enredado en las horas sin tiempo, sumido en el cristal de la oscuridad.

Busco entre eclipses de soles, estrellas caídas,
la forma de continuar este capítulo,
páginas en blanco que necesitan tu roce.
¿Cómo puedo darte alcance en la selva caótica del entendimiento?
Mis pensamientos circunnavegan el perímetro
de la locura y ya no tengo paz, debo alcanzarte.

¿Quién puede desasirme del abrazo atrapado en mi pecho,
de tus labios que encendieron los míos
con una flama insaciable?
La flecha que envenenó de amor las ruinas de mi piel,
y alucinó el vacío de mi existencia.
¿Quién?

Dicen que es sólo  imaginación,
que vivo un espejismo.
Tan absurda esta manera de amar a un desconocido,
creación delirante de un deseo,
torbellino de un mar en agonía.
Pero no, yo sé que estuve  anidada en tu pecho,
sentí el palpitar de tu sangre,
mi sombra se mezcló con la tuya
y fuimos dueños de la luna menguante.

Deja que las horas descansen sin congoja,
y regresa los pasos, bríndame tu fulgor,
escribe en mi cuaderno tu crepuscular mensaje.
Hazte luz, 
que todos te vean
y aleja  el laberinto hipotético de la soledad

que me asedia sin tu presencia.